Al día siguiente, cuando por fin te das cuenta de lo que has hecho, empiezas a analizar la situación y haces una lista de pros y contras, aunque bastante inservible a posteriori. He aquí la mía:
PROS:
- Me lo pasé bien.
- fue muy bonito y espontáneo.
- Los de clase piensan que somos unos "maestros" del ligue.
- Siempre recordaremos esa cena.
- Todo el mundo hablará de ello durante meses.
- Nunca le volveré a ver igual.
- No sé qué pasará con el grupo de amigos que tenemos en común.
- No sé si acabaremos sintiendo algo más.
- No sé qué pensará él.
El tópico de que nunca se le puede ver igual que antes es falso, o por lo menos lo fué en mi caso. Nos encontramos en clase, hablamos de lo productiva que fue la cena, y punto. Nuestros amigos en común no comentaron nada, y seguimos como siempre. Nadie de enamoró de nadie, ni se avergonzó de nada, ni ninguna comedura de coco de ese estilo.
En definitiva, mi conclusión de todo esto es que cada caso es un mundo, pero si en un momento el corazón, el cuerpo o la cabeza te pide que hagas algo, siempre que nadie salga perjudicado o se le haga daño, deberíamos hacerlo. Lo importante es estar a gusto con uno mismo y olvidarte de lo que piensen los demás. Desde luego, a mi me va mucho mejor desde que sólo me preocupo por lo que piensen mis seres queridos. Así que ánimo y ¡a comerse el mundo!
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