19 de octubre de 2011

De principio a fin.

Un comienzo. Felicidad. Eso que todos ansiamos y que muy pocos encuentran. Es lo que siento yo ahora mismo. Pero no durará. Es un momento. Tan sólo un segundo en el que me siento feliz. ¿Tengo motivos? Realmente no. O sí. No lo sé. Eso es lo que me ocurre. No sé si a los demás les sucederá. Un fugaz instante en el que te encuentras sólo y que un simple pensamiento, compañía, olor, pueden hacer que sonrías sin motivo aparente. Aunque, ¿es eso la verdadera felicidad? Tampoco lo sé. Ni sé si quiero saberlo. Tan sólo sé que me gusta. Es mío. Mi momento en el que soy yo. Sólo yo. No siempre fue así. El comienzo de mi historia es más bien agridulce. Una de cal y otra de arena. Las lágrimas se abrían camino entre las carcajadas mucho más a menudo de lo que hubiera deseado. Amor. Amistad. Odio. Sí, he experimentado el odio. Peligroso. Muy peligroso lo cercano que está del amor. Ambos son sentimientos fuertes separados por una delgada línea. Todos te dirán que odiar es demasiado duro. Que no deberías hacerlo. Pero yo me pregunto, ¿y por qué no? Y no sólo el odio. Tristeza. Dolor. Son importantes. ¿Cómo si no íbamos a saber diferenciar el amor, la alegría o la felicidad? Te contaré un secreto. Para querer hay que saber sufrir. En los malos momentos, a mí me gusta pensar que ya vendrán tiempos mejores. Que si ahora toca sufrir puede que mañana toque disfrutar. O pasado. Cuando sea. Otros te dirán es el karma. El yin y el yang. ¿Que en todo lo malo hay algo bueno? Puede. Quizás. Pero no es en eso en lo que debes pensar. Piensa que ese momento formará parte de tu vida. Tu historia. Hay que vivir, aunque la vida implique muchos riesgos. Con valentía, fuerza y dedicación, tanto tú como yo conseguiremos que en nuestro último suspiro podamos pensar que todo ha merecido la pena.

Yo. Miss Rock. La gente no me conoce por ese Nick, pero mi nombre también empieza por M. Soy alta, morena y tengo unos ojos verdes idénticos a los de mi madre. Soy orgullosa. Mucho. Y eso me ha traído muchos problemas. Pero no puedo hacer nada. Odio perder. Fallar. No lograr lo que se esperaba, o yo esperaba de mi. También estudio Medicina. Sin total vocación, todo hay que decirlo. Pero yo diría que académicamente hablando me llena. Y me divierte. Y puede que el día de mañana me dedique a salvar vidas, pero eso está aún muy lejos. Soy hija única. Bendición o maldición. Ni yo misma lo sé. Me gusta salir. La noche. Quizás demasiado. Pero eso tampoco puedo cambiarlo. Siempre digo que soy nocturna, como los búhos. Es durante la noche cuando soy yo misma. Adoro pasar tiempo con las personas importantes para mí, pero tampoco tengo ningún problema en estar sola. Lo llevo bien. Pienso que cuando aprecies de verdad la soledad será cuando disfrutes de una buena compañía.

Ellas. Suena un poco típico, pero lo son todo. T-O-D-O. En los buenos momentos las recuerdo ahí, y en los malos también. Y aún sin estar físicamente juntas, sé que una parte de ellas siempre la llevaré dentro de mí. Tan grandes. Tan especiales. Esas personas que dejan huella allá donde van. Esas son ellas.

Ellos. Ahora mismo no me siento preparada para hablar de un él en particular, así que hablaré en general. Innumerables veces son la razón de nuestros llantos. Nos hacen sufrir más de lo que nos gustaría, pero también nos hacen sentir cosas que de otra forma sería imposible. Nos sentimos vulnerables ante ellos. Nos tiemblan las piernas. Sonreímos. Calor. Mirada. Sudor. Gesto nervioso. Caricia. Beso.

Una afición. La música. Sin ninguna duda. Tal vez te parezca muy común y predecible, pero te diré algo. No es la música de forma convencional. Es la música con mayúsculas. Esa con la que se te eriza el vello. O lloras desconsoladamente. O ríes. O sientes que puedes con cualquier obstáculo que se te ponga por delante. A eso es a lo que yo llamo música. Y no a cuatro notas mal puestas adornadas con una cara bonita. La verdadera música no tiene nada que ver con estereotipos, modas ni política. Es aquella que te llega al alma. Que te hace sentir. Pero no me enrollaré más. Espero que sepas de lo qué te hablo.

Una canción. Este apartado es inconstante. Depende de miles de cosas. Si me preguntas esto ayer seguramente tendrías una respuesta diferente. Pero hoy tengo que admitir que esa canción que me arranca una sonrisa y me pone en pié aunque no quiera no es otra que “molinos de viento” de Mägo de oz. Deberías escucharla si no lo has hecho ya. No hay una igual. Es el optimismo hecho canción. La pura verdad. “Bebe, danza, sueña, siente que el viento ha sido hecho para ti. Vive, escucha y habla usando para ello el corazón. Siente que la lluvia besa tu cara cuando haces el amor. Grita con el alma, grita tan alto, que de tu vida tú seas amigo el único actor.” Increíble. Da que pensar. Aunque puede que mañana sea otra la que ocupe mis pensamientos y mis horas de mp3 ininterrumpidas. Quién sabe.

Un libro. Os desvelaré uno de mis mayores secretos. Este libro cambió mi vida. Nunca he encontrado ni encontraré un libro igual. Lo sé. Puede que ni siquiera sea un buen libro, pero para mí los significó todo. Tal vez no debiera desvelar cuál es. Seguir manteniéndolo en secreto. Déjame que me lo piense… está bien, tú ganas. “El anillo del príncipe”. Ya está. Ahí lo tienes. No recuerdo el nombre del autor. Ni siquiera recuerdo exactamente la historia. Lo único que sé es que me enamoré perdidamente del protagonista. Sí, es posible. Enamorarse del personaje de un libro. Puede parecer infantil, y lo será. Yo era una niña cuando lo leí. Podría haberlo releído para descubrir por qué ese libro significó tanto para mí. Pero nunca he tenido valor. No quiero descubrir que sea una historia insustancial o predecible. Que no digo que lo sea. Podría serlo. O no. En cualquier caso, prefiero quedarme con mis recuerdos. Los recuerdos de una niña.

Un olor. A campo.

Un lugar. Hay tantos… ¿Podría saltarme las reglas y decir más de uno? Me gusta mi pueblo. Pero también me gusta París. Es una ciudad mágica. Y si me pusiera a hacer memoria seguramente se me ocurrirían muchos más. Son todos o ninguno.

El problema que cambió mi vida. Esto es más complicado. Difícil. No sé si me apetece hablar de ello. No entraré en detalles, pero por mucho que quiera negarlo siempre está ahí. Y ahí va a seguir. Consumiéndome poco a poco por dentro. Desde que tengo memoria todos mis recuerdos están vinculados a ello. Algo que me hace sufrir y espero que también aprender. Y así el día de mañana saber hacer las cosas bien, o por lo menos andar con pies de plomo. Sobre todo no cometer errores de esos que te arrastran toda la vida. Y a los demás. No son comunes, pero los hay. Yo lo sé.

Un adiós. ¿Cómo despedirme después de haber compartido una pequeñísima parte de mí? Por supuesto, todo tiene un final. Y esto también. Aunque todo final también conlleva un comienzo. El comienzo de otra parte de mi vida. Otra historia nueva que recordar.

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