4 de noviembre de 2011

Un paseo para recordar.

-Vale, pero con una condición.
-Vale, lo que quieras.
-No te enamores de mí.
-(já) Hecho.



No elegimos de quién nos enamoramos. No elegimos quién queremos que sea la persona que nos haga reír o que nos tenga que ver llorar. Simplemente pasa. Y pasa porque así es el amor. Algo efímero y que nadie controla. Es abstracto. No se toca, no se ve, no se huele. Pero se siente. Vaya que si se siente.
A veces creemos que lo que estamos viviendo es amor. Pero no sabemos si nos estamos equivocando. Y solo lo sabremos cuando descubramos el amor en realidad. En estado puro.
Os puede parecer una tontería, pero lo de las mariposas en el estómago no es una metáfora de los poetas para que quede bonito. Existe. Y te envuelve en escalofríos, en una sensación rara y perfecta al mismo tiempo. 
Pero como todo, puede llegar antes o después, ser rápido o corto, ser pasional o cariñoso, o ambas a la vez. O no. Y es que,  ¿alguien sabe lo que es el amor en realidad?


El mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más, nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente. 


Puede que esa definición me guste. Sí. Me gusta. Pero hace falta más.


Y al decir amor no me refiero a ese amor no correspondido y asimétrico que profesamos por las estrellas de cine y las celebridades. Me refiero a un amor verdadero, práctico, posible. Un amor que no acaba en lágrimas sobre la almohada, sino que es como un milagro. Y cuando ocurre un milagro uno no se pone a hacer preguntas.


Solo puedo decir que cada uno ve el amor de una forma y lo vive de una manera, pero dejemos que nos envuelva y que nos arrastre durante este otoño. Que la rutina pesa, que los exámenes acechan, que el cansancio se acumula.



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